El templo que rinde homenaje a la sexualidad de Oscar Wilde

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No existen lugares para ocultar tu sexualidad –o por lo menos no debería haberlos–, pero sí podemos encontrar dónde celebrarla. En el menor de los casos, sitios para recordar la larga batalla que se ha librado en términos de derechos, igualdad y visibilidad. Uno de ellos es, por supuesto, Stonewall, cuna del activismo LGBT+; también El Castro, barrio que marcó la organización queer en todo el mundo; definitivamente, está Greenwich Village y la relevancia artística o festiva del movimiento. Y así podríamos hacer una larga lista con, cuando menos, un punto en cada país del mundo, un escenario donde la otredad se convirtió en estado de orgullo y lucha.

Sin embargo, esos lugares no serían nada sin los agentes que accionaron a la sociedad, a las conciencias y a las geografías en sí. Ejemplo eterno es Oscar Wilde; un hombre que siempre se negó a ocultar su homosexualidad, que hizo frente a las consecuencias políticas que esto pudiera traerle y consagró su total existencia a un arte que se entremezclaba con las decisiones personales de su afecto. Siendo un ícono imperecedero de la comunidad, Wilde atrae a miles de seguidores hasta su sepulcro en Pere Lachaise como uno de los destinos primordiales de la cultura gay; pero eso no basta. Ha hecho falta por años un recinto que rinda homenaje a su persona y a la voluntad inquebrantable que él inauguro por llevar con dignidad las propias creencias, orientaciones y convicciones de índole amatoria.

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