La película basada en hechos reales, nos cuenta la historia del matrimonio Keane, que fue muy popular en los años 60 y como el marido vendió de forma masiva la obra de su mujer, basándose en una mentira, cimentando una inmerecida fama y buscando a toda costa el éxito aún por encima de la felicidad.
Así, la cinta puede verse como una reflexión acerca del arte y de hasta donde se puede llegar para triunfar, a pesar de que podamos dejar atrás cosas mucho más importantes. Y algo de eso parece haber en la carrera de Burton; un cineasta con etiqueta de autor, muy popular, que ha ido perdiendo señas de identidad (o arte) y se ha ido volviendo cada vez más masivo y popular. Parece como si el firmante de Eduardo Manostijeras quisiera hacer un borrón y cuenta nueva, y en definitiva, lanzar un mensaje a la masa crítica con su obra.



















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