Vivir para trabajar o…

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En general, hasta que no sale el tema con un grupo de amigos o con nuestra familia, somos incapaces de percatarnos de que la mayor parte de nuestra vida entre los 25 y los 65 años, la dedicamos exclusivamente a trabajar.

[pullquote]Si vivimos para trabajar, quizá tengamos una solvencia económica indiscutible, pero deberemos evaluar si no estamos renunciando a demasiadas cosas[/pullquote]Cuando nos hacemos conscientes de esto, casi siempre nos surge la pregunta de si vivimos para trabajar o trabajamos para vivir. Nadie niega que estamos inmersos en un sistema o bajo unas leyes laborales de alcance mundial que nos arrastra a producir siempre más y más en el menor tiempo posible, pero si la respuesta a la pregunta anterior termina siendo que vivimos para trabajar, quizá tengamos un problema.

Hablamos de un problema porque es muy probable que atentemos contra nosotros mismos, y contra nadie más. Todas las posturas respecto a la respuesta a la gran pregunta son respetables. Con lo que nadie estará en desacuerdo es que, como si se tratase de la reserva de un billete de avión para un viaje de larga duración, nos preocuparemos y exigiremos que sea el que solicitamos, con las comodidades que lo pedimos.

El objetivo es que el largo trayecto sea lo más agradable posible. Del mismo modo, es bastante razonable que si dedicamos tanto tiempo de nuestra vida a trabajar, deseemos que esto sea lo más gratificante posible.

Según algunos, lejos ha quedado la obligación de ganarse el pan con el sudor de la frente. Según ellos, vivimos en una sociedad privilegiada en la que el trabajo es un derecho constitucional, una forma de mejorar notablemente el nivel de vida de nuestras familias, y un medio para obtener el enriquecimiento, tanto personal como económico.

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