El aporte del coaching

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Desde que la psicología laboral y los recursos humanos comenzaron a marcar el paso en las relaciones humanas y laborales, la palabra y el concepto de coaching ha estado entre los más renombrados y estudiados por estas disciplinas. [pullquote]La lección suprema del coaching es la que dicta que hay que ocuparse en lugar de preocuparse[/pullquote]Y no es casual que este concepto haya sido objeto de análisis en gran cantidad de tertulias y sea uno de los términos centrales de la bibliografía formativa referente a estas disciplinas. El coaching aplicado al trabajo y a la vida se caracteriza por la amplitud y profundidad de sus directrices prácticas.

Sin duda, en algunos momentos de nuestra vida laboral nos vemos obligados a tomar decisiones que nos producen reparos y en ciertos casos, hasta miedo. Y es precisamente en estos casos de incertidumbre y desconcierto que el coaching se erige como una herramienta que puede resultar decisiva para encaminar y acertar con nuestras decisiones. ¿Pero por qué? Nada menos que porque te enseña que uno mismo puede encontrar el camino que se anhela en la vida.

Aquellos que han experimentado los beneficios del coaching aseguran que el mismo inyecta buenas dosis de confianza y felicidad para lo que hay que hacer o emprender. Según expresan, la lección suprema del coaching es la que dicta que hay que ocuparse en lugar de preocuparse.

Esto se consigue con el convencimiento de que sólo nosotros podemos tomar las riendas de nuestra existencia. ¿Cómo? Dejando de lado el victimismo y la creencia de que sólo somos una oveja más. El ejercicio habitual para llegar a este convencimiento es repetirse la pregunta: ¿Qué somos, leones o huevones? Y la respuesta debe ser incontestable: ¡Leones, leones!

Algunas veces, nuestro trabajo tiene todas las características que otros cientos envidiarían (buen sueldo, excelente horario, experiencia incuestionable, conocimientos), pero igualmente no es lo que queremos, no colma nuestras expectativas, sobre todo porque no forma parte de nuestras inquietudes.

En este tipo de situaciones el coaching inculca que debemos comenzar a desandar el camino de algo que nos apasiona, que nos llene y que nos provoque placer, aún cuando estemos extenuados. Mientras tanto, nada ni nadie nos librará de esas preguntas que nos asaltarán día y noche desvelándonos: ¿Este cambio será el adecuado para mi porvenir? ¿Es el momento de hacerlo? ¿Me equivocaré?

Pero si ejercitamos las sabias enseñanzas del coaching podremos enfrentar esta tormenta con el convencimiento de que en el presente tomamos nuestras propias decisiones, que capitaneamos nuestro barco. Esto significa afrontar el miedo a lo desconocido con ilusión renovada y plena confianza en nuestras capacidades, para hacer las cosas bien, y en definitiva, para cambiar con determinación un presente desteñido por aquel otro pretendido.

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