Al natural

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Tal sorpresa causó en mi ser dicha lectura que decidí hacer mi propio experimento sobre la cuestión.

Llamé a mi amiga Bárbara, mi comodín cuando quiero salir a ligar. Lo suyo es muy fuerte, arrasa por donde pasa. Todos los tíos del mundo se giran ante su presencia, y no hay día del año que llegue a casa sin que le hayan pedido su teléfono tres veces como mínimo.

Me costó dios y ayuda convencerla para que fuera mi conejillo de indias. Más que nada, porque para mi trabajo de campo era imprescindible que saliera de casa sin maquillar, y eso es algo que ella no concebía desde los quince años. O antes.

Total, que con la broma le he acabado prometiendo la barra de labios y el último perfume de Dolce & Gabbana, pero todo es poco para demostrar que la ciencia, en este caso, se equivocaba.

El experimento constaba de dos partes. La cosa era pasar dos sábados enteros con ella haciendo lo mismo: ir a comer, al museo, de cañas, a cenar y de discoteca.

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