Series de televisión: el cine en casa

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A medida que el monstruo crecía, muchos (cada vez más) actores, directores, productores o guionistas de prestigio provenientes del mundo del cine se apuntaban al carro (Frank Darabont y su The Walking Dead o Martin Scorsese con Boardwalk Empire, por ejemplo) y a la inversa; muchos artistas, aupados por el éxito en la pequeña pantalla, saltaban al cine para revitalizar una industria algo saturada (J.J. Abrams, uno de los creadores de Lost y de Fringe, es el caso más llamativo), pero sin abandonar el medio que les catapultó a la fama.

Todo esto provocó que el nivel medio de los estrenos televisivos fuera aumentando hasta el punto de generar una corriente de opinión que sitúa a algunas series televisivas por encima de la mayoría de estrenos cinematográficos.

El problema principal del elevado número de estrenos que se producen cada temporada es que la lucha por la audiencia es descarnada y, en muchas ocasiones, ni siquiera vale ser segundo, lo que provoca cancelaciones anticipadas que dejan a innumerables (aunque no suficientes) seguidores compuestos y sin novio, con la duda eterna sobre cuál es el devenir de unos personajes a los que, en ocasiones, han seguido durante años.

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