Dejarse penetrar analmente por una mujer que busca con cariño estimular nuestra próstata (punto P o G para algunos), con sus dedos, con un juguete o en plan dómina con un arnés para llevarnos a un éxtasis sublime, no nos transforma en homosexuales, como tampoco lo es el dejarnos pellizcar, lamer o chupar nuestros pechos…
El machismo patriarcal nos ayudó a aprender valores que nos han hecho más hombres, pero también nos alejó mucho del verdadero sentido de la masculinidad; hoy los hombres lloramos, sabemos escuchar, hemos aprendido a dejarnos querer, sabemos emocionarnos y todo ello otorga más poder a nuestros valores masculinos.
Desde este post invito a los lectores a librarnos de estos prejuicios y a abrirnos más a dejarnos amar en toda su magnitud, al placer para sentir el poder de nuestra sexualidad más allá del pene y enriquecer nuestras relaciones sexuales de mil maneras nuevas que nos harán más hombres y nos permitirán sentirnos más libres.



















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