Una persona cualquiera no podría vivir en alguna de estas casas. Solitarias, aisladas del mundo y sin un vecino en varios kilómetros a la redonda, sólo son aptas para valientes o ermitaños. Las hay de varios tipos: sobre una isla en medio del mar, escondidas entre la nieve o ubicadas en mitad del campo, pero todas están solas entre la nada. La civilización queda muy lejos de todos estos domicilios.



















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